El 23 de febrero de 1981 el teniente
coronel Tejero entra con un grupo de guardias civiles y toma el Congreso
reteniendo a todos los diputados durante la investidura como Presidente del
Gobierno de Calvo-Sotelo. Al mismo tiempo en Valencia el Capitán General de la
III Región Militar, Millans del Bosch, saca los tanques por las calles apuntando
a los edificios civiles. Horas más tarde el intento de golpe de estado conocido
como 23-F fracasa.
Meses más tarde de esto Felipe
González gana las elecciones y sube a la Presidencia del Gobierno, con el
recuerdo muy fresco del 23-F y ordena construir un búnker subterráneo secreto
bajo el Palacio de La Moncloa, para poder salvaguardarse y dirigir desde ahí
las operaciones en caso de un nuevo intento de golpe de estado. O incluso de un
posible ataque químico o nuclear, ante el miedo de que en plena Guerra Fría
tarde o temprano se desate la III Guerra Mundial.
La
entrada al búnker está situada en uno de los edificios administrativos de los
que dispone el complejo de La Moncloa. Se accede a través de un pasillo que
cuenta con un amplio dispositivo de detectores de seguridad. Todas las personas
que trabajan en el búnker (unas 40 entre operarios, médicos, telegrafistas y
guardias) tienen una tarjeta personalizada para poder entrar. Tras superar este
primer control se alcanza el túnel de entrada, con las paredes pintadas de
blanco, a cuyos lados se sitúan puertas falsas de color granate sin salida. Al
final de este pasadizo se sitúa la verdadera puerta de entrada al búnker, la
cual tiene la peculiaridad de ser giratoria.
El búnker está conectado con el resto
de edificios del recinto de La Moncloa a través de una complicada red de
túneles subterráneos. Incluso, diversas fuentes apuntan a que éste complejo
entramado de pasadizos lleva hasta el mismísimo Palacio de la Zarzuela,
para proporcionar al Rey y a su familia una rápida y segura escapatoria en caso
de necesidad, y también hasta la sede del CNI, ambos lugares situados muy cerca
de La Moncloa.
Estas
últimas informaciones parecen más propias de una película o de un libro de Dan
Brown, pero lo cierto es que si miramos el mapa de Madrid y lo comparamos con
el mapa de Metro, vemos como éste se ha expandido por todos los rincones de la
ciudad, e incluso por las ciudades periféricas como Leganés o Getafe, y en
cambio no se ha construido ni un solo túnel en la zona oeste de Madrid,
acabando los túneles por esa zona en la estación de Moncloa, situada a más de 2
km. en línea recta del Palacio de la Moncloa y a más de 11 km. del Palacio de
la Zarzuela. Es decir, se han construido túneles para el metro en toda la
ciudad, en zonas muy lejanas y en zonas con una orografía mucho más complicada,
y en cambio en la zona oeste, donde se sitúan ambos complejos, ninguna. ¿Casualidad?
o ¿no se puede seguir haciendo túneles en esa zona porque ya hay construcciones
subterráneas?
Antes
de la construcción de este búnker ya existía un proyecto secreto impulsado por
el gobierno de UCD, el proyecto Orión, que estaba planificando la
construcción de un mega refugio subterráneo en la provincia de Toledo, en un
lugar oculto del que no podemos acordarnos. Felipe González paró el proyecto a
su llegada al gobierno, y como hemos dicho, por temor a otro 23-F, decidió
construir el búnker en el mismísimo Palacio de la Moncloa, para tener una
rápida escapatoria.
Una comisión militar visitó varios
complejos parecidos como los de Noruega, Canadá y Holanda, y hasta la propia
OTAN recomendó la instalación. El búnker de La Moncloa empezó a realizarse en
1989 y se acabó en solo 2 años, finalizando a finales de 1991, en plena Guerra
del Golfo. Como es de suponer las obras se llevaron en un estricto secreto. A
los trabajadores del complejo de La Moncloa se les dijo que se estaba
realizando la construcción de un parking subterráneo, el de Puerta de
Hierro. Asimismo, a los trabajadores de la empresa Dragados, la encargada de
realizar la obra, se les impuso la firma de un contrato de confidencialidad,
estando bajo la Ley de Protección de Secretos Oficiales. En Egipto dicen que se
enterraba a los trabajadores con el faraón tras acabar la pirámide para que
nadie supiera cómo se entraba a la tumba. Ahora somos más modernos y no se mata
a nadie, solo se firman cláusulas.
El nombre oficial del búnker es CITA
(Centralización de Instalaciones Técnicas Auxiliares) y se estima que costó
alrededor de 60 millones de euros. El personal del búnker, conocidos como
bunkeros, dependen directamente del Ministerio de Presidencia, y en concreto,
de un departamento especial llamado Departamento de Infraestructuras y
Seguimiento para Situaciones de Crisis (DISSC).
Esta cripta subterránea tiene
alrededor de 7.500 metros cuadrados, y en ella ya se han llevado a cabo
importante reuniones que decidieron el destino de España. Allí se
produjeron reuniones sobre la Guerra de los Balcanes, la tregua de ETA, o los
atentados del 11-S contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La última gran
reunión que se llevó a cabo ahí fue en la Nochevieja de 1999 ante el temor del
Efecto 2000. El entonces vicepresidente Álvarez Cascos se encerró en el búnker
con un gabinete de crisis, en previsión de tener que liderar un plan de
emergencia ante el inminente fin del mundo por el colapso electrónico. Pero
aquí seguimos, así que lo que se preveía una reunión heroica hoy parece más
bien ridícula.
El búnker tiene 3 pisos y capacidad
para unas 200 personas. Además se trata de un complejo completamente autónomo,
capaz resistir un asedio prologando, un desastre nuclear, un terremoto, o
cualquier tipo de desastrosa catástrofe. En el primer piso, el conocido como
planta 0, se sitúa una sala con una ducha de descontaminación radiactiva.
En esta planta están los despachos de los máximos representantes de los tres
ejércitos (Tierra, Mar y Aire), cuyos despachos tienen ventanas iluminadas que
simulan la luz natural del día. Desde allí se ejecuta el ordenador central
militar, desde el que se pueden controlar 120 cazas en una situación de extrema
gravedad. Además se sitúa un estudio de televisión para poder enviar mensajes
desde el búnker a los ciudadanos que están fuera. Esta planta cuenta además con
un hospital con quirófano y todos los avances médicos, e incluso con una nevera
repleta de antídotos contra pandemias como la viruela o el ántrax, en previsión
de una guerra química.
La siguiente planta a la que se
desciende es la conocida como -5,
y en ella se sitúan los lugares civiles como la biblioteca, el archivo,
servicios de traducción simultánea, las habitaciones de las autoridades, la
cocina y las cámaras frigoríficas, y la cafetería restaurante. En estas
gigantescas neveras podría llegar a almacenarse hasta cadáveres. Cada 2 meses
se cambian las existencias y es un misterio como se reponen las neveras, quien
lo hace y donde van a parar los alimentos que se retiran. En esta planta hay
incluso un anfiteatro para proyecciones. Esta sala guarda un enigmático
misterio: todas las butacas son azules salvo una que es roja. ¿La butaca del
Presidente? ¿o de quién?
En la planta más alejada de tierra
firme, la conocida como -10,
se encuentran otras salas vitales para la autonomía del búnker como los
almacenes, los despósitos de gasoil que pueden llegar a albergar 40.000 litros
cada uno, los dos pozos que toman agua a más de 200 metro de profundidad, los
depósitos de agua, las depuradoras, las calderas, y la fosa séptica. Además en
esta planta se encuentran otras estancias como salas de ordenadores, gimnasio,
lavandería o un taller mecánico, así como una armería e incluso un pequeño
cementerio.
Todo el complejo cuenta con
hilo musical, quien sabe si para poner una triste y trágica melodía en el
momento final del Apocalipsis.
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