lunes, 15 de septiembre de 2014

LAS DOS CARAS DE CALÍGULA: EL PERTURBADO (Parte I)



Calígula es uno de esos personajes que no ha dejado nunca indiferente a nadie, en ninguna época, ni ahora a los curiosos que se acercan a su historia ni a sus propios contemporáneos. Uno de esos personajes que solo puedes odiar o amar.




Desde su propio nacimiento generó polémica. Ni siquiera los autores se ponen de acuerdo en qué lugar lo hizo. Por ejemplo, Gentilicio defendía que había nacido en Tibur y Plinio le criticaba porque según él Gentilicio decía que había nacido ahí porque quería adular a “un príncipe joven y apasionado por la gloria” ya que ésta era una ciudad consagrada a Hércules.



Desde muy pequeño acompañó a su padre en las campañas militares y por ello los soldados le tenían un gran cariño. Tanto que según cuenta Suetonio tras morir Augusto “su presencia bastó -esto es indudable- para calmar el furor de las tropas insurreccionadas”. Se le conoce como Calígula pero realmente no era ese su nombre, sino su mote, y estaba asociado a su niñez entre soldados. Es curioso que un emperador romano haya pasado a la historia por un apodo que le pusieron en su infancia. Calígula es un apelativo militar que se debe a que iba vestido de militar, llevando las típicas caligas de los soldados, es decir, las sandalias hechas de correas de cuero que llevaban los legionarios.  





A los veintiún años fue llamado por Tiberio a Capri, donde había establecido su residencia. Allí cuenta Suetonio que dio rienda suelta a sus crueles pasiones “siendo uno de sus placeres más gratos presenciar torturas y el último suplicio de los condenados. Por la noche corría hacia lugares depravados y hacia el adulterio, envuelto en amplio manto y oculta la cabeza bajo cabellos postizos. Tenía especial pasión por el baile teatral y por el canto. Tiberio no contrariaba estos gustos, que, según creía, podían dulcificar su índole feroz”. Poco tiempo después se casó con Junia Claudia, y tras morir ésta en un parto se prometió con la hija de Macrón, jefe de las cohortes pretorianas. Conseguido el apoyo y el respaldo de éste cuenta Suetonio que no dudo en asesinar a Tiberio envenenándolo y que “aun respiraba éste cuando Cayo le quitó el anillo, y como el moribundo mostraba querer conservarlo hasta el fin, hizo arrojarle encima un colchón, o tal vez le estranguló con sus manos; un liberto, a quien esta crueldad arrancó un grito, fue crucificado en seguida”.



El 16 de marzo del año 37 fue nombrado emperador por el Senado y con el apoyo unánime del pueblo. Tal era el fervor que éste sentía por él que se degollaron más de 160.000 victimas en su honor en los tres primeros meses. Incluso al caer enfermo un tiempo después, el pueblo romano se agolpó alrededor del palacio durante toda la noche y hubo personas que hicieron promesas a los dioses de combatir en la arena o inmolarse como victimas propiciatorias si Calígula se recuperaba.





En sus primeros tiempos en el trono Calígula llevo a cabo una política justa, recta y conciliadora, que como veremos a continuación chocan bastante con la imagen que tenemos de él. Suetonio nos cuenta que “Un día se negó a recibir un escrito que le presentaban como interesante para su vida, y contestó que nada había hecho que pudiese atraerle el odio de nadie, y aseguró que no tenía oídos para los delatores”.
Entre las primeras medidas que introdujo están: desterró de Roma a los inventores de orgías monstruosas; hizo publicar obras que habían sido censuradas por el Senado; publicó las cuentas del Imperio; dio a los magistrados jurisdicción propia, libre e independiente de él; añadió una quinta decuria para aliviar el trabajo de los jueces; restableció el uso de los comicios y devolvió al pueblo el derecho de sufragio; indemnizó a los afectados por incendios; ofreció muchos combates de gladiadores y juegos escénicos en los que incluso repartía regalos entre el público. Su magnanimidad era tal que incluso llegó a regalar ochenta mil sestercios a un liberto a quien las torturas más crueles no habían podido arrancar una sola palabra acerca de un crimen que se imputaba a su patrón. Su forma de gobernar hizo que se decretase que el día de su advenimiento al Imperio se llamaría Palilia, como si fuese fecha de nueva fundación de Roma.







Un buen día a Calígula se le ocurrió una de esas ideas que hacen dudar entre si era un loco o un genio. Ordenó que en el mar entre Baias y Puzol se alineasen barcos formando un gran puente, por el pasó engalanado sobre su caballo mostrando todo su poderío militar. Existen tres versiones diferente para explicar este hecho: algunos dicen que quería emular al gran Jerjes (que había hecho construir un puente en el Helesponto), otros que quiso asustar con aquella muestra de grandeza y de fuerza a los bretones y a los germanos (a los que amenazaba con la guerra). Hay una tercera hipótesis que cuenta Suetonio, cuando Calígula era un niño el astrólogo Trasilo viendo que Tiberio dudaba en su decisión para nombrar sucesor afirmó que “Cayo no tenía más probabilidades de ser emperador que de atravesar a caballo el golfo de Baias”, por tanto lo había hecho irónicamente para reírse de aquella afirmación. Lo dicho, un loco o un auténtico genio, vosotros decidís. Pero aún hay mucho más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario