jueves, 15 de enero de 2015

LAS DOS CARAS DE CALÍGULA: EL GENIO



 LAS DOS CARAS DE CALÍGULA: EL PERTURBADO

 

La imagen que tenemos de Calígula es la de un emperador loco, cruel hasta el extremo, pervertido y extravagante. Esa es la explicación a sus actos que hemos dado en el anterior artículo. Pero todos esos actos pueden explicarse desde otra perspectiva. Puede que no fuera un perturbado sino un emperador muy inteligente con un ácido sentido del humor en su día a día.


La leyenda negra de Calígula no fue así durante todo su reinado, al principio cuando accedió al poder y era un joven emperador las fuentes cuentan cosas buenas de él. Su llegada fue bien acogida por los poderosos, que veían en su inexperiencia la oportunidad perfecta para manejarle a su antojo, seguir manteniendo sus privilegios y teniendo el poder en la sombra. Recordemos que Tiberio, su predecesor, había intentado mantener una política de colaboración con el Senado, finalmente perdería el pulso y se marcharía a la isla de Capri alejándose de la política del día a día. Justo en ese momento es cuando las fuentes critican despiadadamente a Tiberio con cosas muy similares a las que posteriormente achacarán a Calígula, como su depravación sexual. Como decíamos, Calígula gozaba de una opinión favorable de los poderoso, lo que se reflejaba en las fuentes. Es a partir del momento en que empieza a afianzar su poder y a tomar decisiones para alejar al Senado cuando comienzan las criticas. No hay que olvidar que los autores no son gente del pueblo sino personas que están alrededor de esos poderosos, son uno más de ellos o viven de escribir para ellos, por tanto las decisiones que Calígula toma para afianzar su poder y limitar las presiones de los poderosos afectan directamente a quien escribe sobre él.

Calígula llegó al poder siendo muy popular debido a ser hijo de Germánico, que había sido muy querido por el pueblo, pero esta popularidad se acrecentó por sus actuaciones frente a las clases privilegiadas romanas. Su afán por mostrar a senadores, caballeros y hombres pudientes que él estaba por encima de ellos y que no se iba a dejar manipular explicaría actos de humillación como la privación de sus asientos reservados en el teatro, hacerles correr al lado de su litera, hacerles combatir en la arena y todo ese tipo de actos que se han contado en el otro artículo. También esto explicaría que quisiera hacer senador a su caballo Incitatus, una forma irónica, típica de su carácter, para mostrar que su caballo era más fiel que los senadores y, por tanto, más digno de ostentar ese cargo, y también como modo de humillarles.




Para explicar todos sus actos se han propuesto varias hipótesis típicas como explicación, entre ellas que acusaba una enfermedad mental como la epilepsia o la esquizofrenia, pero como afirma el historiador José A. Rodríguez Valcárcel el comportamiento de Calígula podría explicarse como propio de una personalidad peculiar, lo que el propio emperador denominaba inverecundia, es decir, desfachatez, falta de pudor o desvergüenza, lo que explicaría muchas de sus palabras y actos, que hoy denominaríamos humor negro, como la que contamos de que se reía de que con un gesto podía hacer matarlos a todos. Lo que se achaca a una enfermedad mental podría ser simplemente el carácter de una persona rebelde, de un emperador que no actuaba conforme a las normas convencionales asociadas a su cargo, lo que sorprendía notoriamente para mal a sus contemporáneos más conservadores.

Sus detractores decían que tras una enfermedad que padeció en el año 37 d.C. su carácter cambió por el de un hombre sanguinario, que esa enfermedad le afectó a la cabeza y por eso cometió actos atroces y mandó matar a personajes importantes como  Gemelo (al que había adoptado) o Silano (su ex suegro). Pero ambas decisiones podrían tener una explicación más factible, la sospecha de la enfermedad que casi se lo lleva al otro barrio no había sido natural sino consecuencia de un envenenamiento perpetrado por una conspiración encabezada por Gemelo. Y en cuanto a Silano, parece que después de separarse de su hija seguía tomándose la confianza de decirle lo que tenía que hacer, al mismísimo emperador, y tanto meterse donde no le llamaban hartó a Calígula y termino diciéndole algo así como “anda suicídate”. Y así fue.

Otra de las más graves acusaciones que se le han hecho a Calígula era que había tenido relaciones incestuosas con su hermana Drusila, y de ahí su desmedida pasión hacia ella, como contamos. En cambio, en opinión de Valcárcel esa pasión mostrada era una muestra más de su carácter poco dado a la contención y al protocolo riguroso de su cargo, además de que así imponía su autoridad suprema sobre cualquier opinión que se pudiera dar.
En cuanto a sus matrimonios los autores clásicos le criticaron mucho que se casará con Lolia porque ésta ya estaba casada, y lo apuntan como un ejemplo más de sus decisiones irracionales, dando a entender, por tanto, que era un acto escandaloso, pero en realidad no era tan escandaloso ni tan anormal ya que existen precedentes, como el matrimonio de Augusto con Livia, que se había dado en circunstancias parecidas.

En la organización de todo tipo de actos podemos observar la faceta más personal y pasional del emperador. Calígula era el máximo poder de Roma pero no dejaba de ser un hombre de su tiempo y como tal compartía las pasiones y gustos de la gente corriente. De ahí su comportamiento poco recto y respetuoso con el protocolo en todo tipo de festejos.

Otro de los episodios más rocambolescos es el que narra como queriendo invadir Britania lo único que hizo fue quedarse en una playa frente a la isla y mandar a sus soldados recoger conchas para llevarlas como botín de guerra. Este acto excéntrico podría tener explicación en que fuese una orden dada a sus soldados para escarmentarles por no querer ir a Britania, temerosos de una tierra desconocida y con bruma sobre la que pesaba el misterio.

Las cosas no son siempre lo que parecen, en este caso lo que se cuenta. Eso pasa con Calígula. Mostrado como un monstruo y desprestigiado por los autores clásicos y visto como un emperador que se enfrentó al todavía muy importante poder del Senado. Ya tenéis las dos versiones. Un perturbado o un genio. Ahora vosotros decidís.



SABER +


Rodríguez Valcárcel, José A.: Calígula. Madrid, Alderabán Ediciones, 2010.

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